China quiere saber para qué serán usadas sus tierras raras y pone en jaque a la industria de los chips, coches, energías renovables y militar

China se pone muy seria con el resto del planeta, ya que ha incrementado su influencia en la cadena global de minerales críticos mediante nuevas normativas que afectan a la minería y refinación de tierras raras. Esta estrategia, centrada en asegurar su control sobre estos materiales vitales para tecnologías punta como los chips de Intel, Samsung y TSMC, dificulta el acceso a ellas de empresas extranjeras, especialmente aquellas del sector de semiconductores. Estas normativas son un bloqueo realmente, puesto que China quiere saber para qué se van a usar sus tierras raras, y por ello, exige sacar licencias concretas a todos aquellos que las quieran.

Desde el 1 de octubre, el país exige a los exportadores que documenten detalladamente la cadena de suministro de estos metales, lo que le permite decidir qué compañías pueden acceder a sus recursos. Será mañana, cuando las nuevas normativas pongan en jaque a empresas de todo el mundo preguntando por los usos de dichas tierras raras, sobre todo para chips y militares.

China lanza nuevas normativas para sus tierras raras: control sobre ellas para conocer para qué van a ser usadas

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No es, ni mucho menos, algo que no se esperara, dada la situación actual y la inminente llegada de Trump al poder, según las últimas encuestas. Esta política no es más que una expansión de otras restricciones sobre elementos cruciales para la tecnología avanzada de semiconductores y militar, entre otras tantas.

En septiembre, el Ministerio de Comercio de China limitó la exportación de antimonio, un componente clave en la producción de semiconductores y materiales militares. Antes, ya había aplicado controles sobre el galio y el germanio, esenciales en la fabricación de chips. Estas decisiones buscan proteger los recursos estratégicos y consolidar el dominio de China en el suministro de minerales raros y componentes clave de alta tecnología. Es una muestra de poder, y ahora quieren control sobre ese poder ejercido cuando dichas tierras salgan de su territorio, exactamente lo mismo que hace EE.UU.

Con casi el 100 % del suministro mundial de varios elementos como el disprosio, China también ha reforzado su posición al adquirir las últimas refinerías de tierras raras de propiedad extranjera en su territorio. Por ejemplo, una firma canadiense vendió recientemente una gran participación de su planta de refinación a Shenghe Resources, empresa con vínculos estatales. Esta adquisición centraliza el control de la producción en manos de corporaciones chinas, contribuyendo a la supremacía nacional en materiales avanzados.

La nueva normativa de Pekín también clasifica la información sobre la extracción y refinado de estos minerales como secreto de Estado, limitando así el acceso de competidores extranjeros a detalles críticos de la cadena de suministro.

China blinda la información sobre las licencias y amenaza a quien la filtre

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Además, se han endurecido las penas para quienes filtren información, como en el reciente caso de dos directivos condenados por divulgar datos industriales. Al blindar el acceso y supervisar la información sobre tierras raras, China consolida una barrera de acceso que afecta a industrias clave en Estados Unidos y otros países, entre ellos, Europa.

Este movimiento estratégico tiene un impacto notable en sectores como el militar, la energía limpia y la automoción, precisamente, todos los sectores más dependientes y más necesitados de innovación junto con los chips, donde incluimos lógicamente la IA.

Los materiales de tierras raras se encuentran en aplicaciones avanzadas, desde aviones de combate F-35 hasta turbinas eólicas y vehículos eléctricos. La Agencia Internacional de Energía ha pronosticado que para 2040 la demanda de estos recursos crecerá significativamente, especialmente para cumplir con los objetivos de producción de energías renovables.

Sin embargo, la capacidad de Estados Unidos y sus aliados para asegurar estos suministros sigue siendo limitada, ya que construir cadenas de suministro independientes implica costos elevados, largos períodos de instalación y obstáculos regulatorios. En otras palabras, China cierra el grifo y el mundo tiembla, puesto que para comprar ahora se exige dar explicaciones, y si no fuesen ciertas, habrá sanciones.

Algunos países buscan reducir su dependencia, como Australia y Bélgica, que están invirtiendo en nuevas instalaciones de refinación. Asimismo, en Estados Unidos y Malasia se proyectan nuevas plantas que buscan diversificar el suministro de tierras raras.

Frenar a China tiene un coste: nos deja sin tierras raras, ahora hay que lanzarse a buscarlas

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Sin embargo, el costo de estas iniciativas y las complejidades del proceso retrasan los avances, mientras China sigue liderando en experiencia técnica y costos de producción competitivos.

Este dominio chino no se limita a sus recursos naturales, sino también a su infraestructura académica. Las universidades en China han desarrollado programas sólidos para formar a los especialistas necesarios en minería y procesamiento de tierras raras, lo que garantiza un flujo constante de trabajadores capacitados, muchos de hecho. En contraste, las instituciones occidentales ofrecen formación limitada en estos temas, dejando a sus países rezagados en habilidades técnicas para competir en este ámbito.

A pesar de los esfuerzos de algunas empresas occidentales por encontrar alternativas, como Solvay y MP Materials, la dependencia de China parece inevitable en el corto plazo. Dicho de otro modo, occidente se ha quedado dormido y China nos está adelantando a pasos agigantados. Las capacidades tecnológicas avanzadas de China en refinación y producción de materiales especializados continúan siendo una ventaja competitiva significativa, obligando a estas compañías a seguir obteniendo gran parte de sus materiales de origen chino.

Evidentemente, ninguna empresa quiere especificar para qué proyectos o productos usará las tierras raras de China, y además, es la excusa para que los de Xi Jinping acepten, o denieguen, dichas licencias a placer, coartando la capacidad de fabricación del resto del planeta. Un jaque en toda regla que llega en el peor momento posible.