El mundo contra Biden: «Los controles de chips de EE.UU son casi una declaración de guerra tecnológica»
Biden está haciendo bueno a Trump pese a que antes de ser presidente del gobierno de los Estados Unidos dijo que no seguiría la política del anterior mandatario. La realidad es otra bien distinta y esta está enfadando a casi todos por igual. Partiremos de la base del último artículo que hicimos sobre esta serie de capítulos de la guerra tecnológica de los chips, donde EE.UU. busca aliados para afianzar posturas en el boicot a China, pero...
Las fallidas negociaciones de principios de año para actualizar el llamado "Acuerdo de Wassenaar" donde EE.UU. instaba a sus principales socios tecnológicos a bloquear el acceso de China a material y equipos para la fabricación de chips a 5 nanómetros o inferiores se dinamitó con las exigencias a última hora para nodos de mayor tamaño. Este hecho está dinamitando ahora, puesto que las últimas sanciones unilaterales de la administración Biden buscan apoyo, pero el "horno está muy caliente" todavía.
Los socios de EE.UU. guardan silencio: ¿se dará el boicot final a China?
Estados Unidos está empeñado en meter a todos sus socios al juego que ellos quieren jugar, y esto está creando un malestar importante ante un posible acuerdo. Las últimas restricciones están afectando a sus propias empresas, estas están reaccionando de manera paulatina, como vimos con NVIDIA y sus A800, nadie quiere perder el mercado chino y sus ingresos, la globalización se enfrenta a la desglobalización que propone EE.UU., un boicot total que no está nada claro por parte de socios y empresas.
Biden se está preparando para celebrar la primera reunión cara a cara con Xi Jinping y la tensión está en un punto muy alto, aunque todavía no límite como tal. Esto implica que si las medidas impuestas se vuelven más agresivas porque no se llega a un acuerdo, y nada hace parecer que así sea, entonces Estados Unidos va a tener que jugar la carta de la coacción con sus socios.
Esto está siendo discutido ahora mismo y lo será en las próximas semanas. El primer ministro holandés, Mark Rutte, visitará Corea del Sur para cerrar acuerdos con SK Hynix y Samsung a través de su homólogo, pero los controles y los cambios con EE.UU. estarán sobre la mesa con ASML en el punto de mira.
Japón está desconcertada, porque se la está ignorando, por lo que reaccionó como vimos la semana pasada presentando Rapidus, la empresa que competirá contra Intel, TSMC y Samsung, mientras, desde China ya hay empresas que están poniendo el grito en el cielo contra EE.UU. afirmando que "el país de Biden estaría dispuesto a volverse extraterritorial si lo consideran lo suficientemente importante".
Las empresas americanas no están en sintonía con el gobierno
No es de extrañar, sobre todo en el caso de NVIDIA. Las empresas están cansadas de estas restricciones, las cuales van a afectar en mayor o menor medida sus balances de ventas e ingresos, pero la administración Biden es tajante ante las quejas afirmando que de no alinearse con la administración en estas medidas se podrían prohibir la venta de equipos y chips al extranjero.
Esto además se expande no solo a las empresas estadounidenses, sino a sus aliados, lo cual es una coacción en toda regla. El problema es que Europa y los países asiáticos colindantes a China no están por la labor y esto no tiene pinta de terminar en un acuerdo inminente. Por su parte, EE.UU. ya ha dado fecha para sus empresas frente a dicho acuerdo: 9 meses de espera para que todos compitan en igualdad de condiciones entre socios.
Lo que está haciendo actualmente Estados Unidos es poner en desventaja a sus empresas a corto plazo para promover el interés de sus socios con la excusa de la seguridad nacional de todos los países que firmen el acuerdo. Es un "mira, son capaz de cortarme las alas, pero tú también tienes que hacerlo por el bien de todos".
Los socios tendrán que elegir un bando u otro
ASML dejó claro que seguiría vendiendo equipos NO EUV a China, Tokyo Electron escogió una postura similar y ambas empresas presionan a sus dirigentes en el gobierno para no entrar en el boicot estadounidense. El problema, como es fácil imaginar, es el inmenso dinero que llega desde el país de Xi Jinping a Europa y Japón.
La sensación que se tiene en estos dos países es que ellos van a boicotear a China mientras EE.UU. abre la mano por debajo a sus empresas, poniendo en ventaja a estas frente a las de sus socios. Pero al mismo tiempo las empresas americanas están molestas, porque Biden prometió no aplicar más medidas hasta que los socios internacionales no hubiesen firmado un acuerdo, algo que no se ha producido y aquí estamos ahora.
EE.UU. tiene enfadados a todos y en todos los sectores, hasta el punto de que la ministra de Relaciones Exteriores de Singapur dijo hace unos días que los controles de exportación de Washington equivalen a casi una declaración de guerra tecnológica, un comentario que seguramente no haya gustado a la administración Biden.
Un posible cambio de gobierno, como se espera en EE.UU., no va a aflojar ni un ápice todo el entuerto que se está montando, puesto que gobierno y oposición están de acuerdo en todo. Estados Unidos llama a este tiempo la "década decisiva" y tiene una agenda y tres puntos a combatir: informática, biotecnología y todo lo relacionado con la energía limpia.
El problema es que esta estrategia confronta con los intereses de sus socios, que no están por la labor, pero antes o después todos los implicados tendrán que elegir bando: o están con EE.UU. o están con China, y eso dará como resultado el decantar una guerra fría 2.0 que tiene como bandera los chips y semiconductores.