Lime acumula al menos 270 millones de euros en perdidas con sus patinetes eléctricos
El operador de alquiler de patinetes eléctricos, Lime, se promociona como una de las nuevas empresas de mayor crecimiento, cubriendo las principales ciudades del mundo como Berlín, París o Los Ángeles con miles de vehículos eléctricos de dos ruedas para la movilidad urbana. Pero esta empresa está perdiendo dinero casi tan rápido como lo obtiene, en parte porque los vehículos de la compañía tienden a averiarse antes de que puedan generar suficientes beneficios para compensarlo
Esto se traduce en unos ingresos brutos de 378 millones de euros, pero con una pérdida operativa que podría superar los 270 millones de euros.
Este decrecimiento se debe en gran medida a gastos significativos, como la depreciación de sus scooters y cuánto cuesta administrar almacenes que reparen y posicionen sus vehículos. Esta compañía se ha propuesto reducir las pérdidas operativas durante la mitad del 2020 mientras mejoran la fiabilidad de sus scooters, al tiempo que estiman que aumentarán los ingresos brutos en más de 901 millones de euros, según su informe financiero.
Incluso si sus operaciones se vuelven más eficientes, Lime y sus rivales (Xiaomi, Mercedes, etc) aún tendrán que lidiar con un mosaico de regulaciones y permisos en todo el mundo. Lime, por ejemplo, obtuvo recientemente un permiso para operar en su ciudad natal, San Francisco. Pero perdió una competencia para operar en Marsella, una densa ciudad francesa que hasta ahora había generado ingresos significativos. Kraus, director de Lime, dijo que "no le gusta perder ninguna ciudad", pero agregó que las tarifas pagadas a esas ciudades habrían sido onerosas.
Recordemos que en España ya hubo una primera muerte de un peatón atropellado por patinete eléctrico, y es que la ausencia de un marco legislativo a nivel nacional ha obligado a las administraciones locales, desbordadas por el uso de VMP (vehículos de movilidad personal), a intervenir vía Ordenanza Municipal. Ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia han creado sus propias regulaciones basándose a su vez en la Instrucción 16.V-124 de la DGT.
Madrid, por ejemplo, estipula la velocidad máxima a 30 kilómetros por hora, limitándolo a 20km/h en calles residenciales y pudiendo circular también por ciclocarriles, pistas bici y aceras-bici a velocidad reducida, pero nunca por las aceras ni por los carriles bus, por lo que estos vehículos no son el futuro del transporte en las ciudades, sino el presente, y tener una compañía que supla la demanda es llevarse un gran trozo del pastel.
vía: theinformation